La ficción policíaca nos ha dejado en la retina un mundo detectivesco que nada tiene que ver con la realidad. Atrás queda la imagen del detective privado con gabardina (incluso en pleno verano), sombrero, periódico, cigarrillo a medias y whisky en la mano. Investigadores dedicados en cuerpo y alma a resolver crímenes y suicidios…